Lo que nos toca
Bueno, ya ha comenzado, es un decir, porque llevan ya más de un año; la campaña electoral municipal. La más divertida, la más cercana, la real, aquella en la cual la vida política toma consistencia corpórea y deja de ser el ente evanescente que nos llega a través de los medios de comunicación y que no llegamos a palpar. Llegan los quince días más amables de los candidatos, donde la máscara de la hipocresía aumenta en varias galgas su grosor. Pero lo bueno para nosotros es que en un pueblo todos nos conocemos y el aura de los políticos como personajes públicos, famosos, en un escalón distinto, pierde todo su sentido. Aquí se presentan vecinos, con sus correspondientes historias vitales que forman parte del acervo común de la villa, del chascarrillo en el bar, del cotilleo en la plaza de abastos, de la conversación “marujil” en la peluquería, etc.
Así que esta es la grandeza de estas elecciones, porque si patéticos son los políticos nacionales, más aún son sus correspondientes imitadores locales, que a veces llegan a ser auténticas caricaturas de sus correspondientes superiores. Y lo mejor de todo es que no nos pueden engañar porque todos nos conocemos. Podrán revestir como quieran sus propuestas, sus lemas electorales, sus carteles, pero todos sabemos de sus miserias y sus virtudes.
Por estas razones, para un observador foráneo, la campaña de un candidato será impecable: la mejor imagen, la más trabajada comercialmente, todo diseñado desde las directrices del partido a nivel nacional; sin embargo, arrastran toda una vida de convivencia vecinal, con roces, con malentendidos, con problemas familiares bien aireados por “lenguas bífidas”, que supondrán un lastre y harán inservible su cuidada puesta en escena.
Y por otra parte, habrá candidatos de partidos locales, independientes, que serán más populares, tendrán más familia, más simpatizantes o simplemente más cara que ninguno que se llevarán el voto.
En definitiva, la erótica del poder a nuestro nivel. ¡Lo que nos vamos a divertir!