14 septiembre 2007

Bichos



Bichos es la palabra más repetida desde hace unos meses en el Poniente. La producción agrícola de la zona, es decir, la zona, vive un cambio drástico en la forma de cultivar. Esto no es ni más ni menos novedoso, puesto que si hay algo que caracteriza al agricultor de aquí es la innovación, nunca escatima en inversión en tecnología. Es una característica que nació con los invernaderos, en la cual el mismo invernadero fue una revolución tecnológica. De esta forma es una constante el ir mejorando cada año la explotación con inventos que produzcan más, mejor calidad, y más cómodamente, aún a costa de endeudarse de forma casi perpetua, siendo esta otra característica distintiva de estos hombres y que difícilmente se puede encontrar en otras zonas agrícolas donde abunda la pequeña explotación de tipo familiar. Pero estas mejoras que se van introduciendo paulatinamente, aunque bastante rápido, no conocían la revolución que se ha producido en dos meses. La lucha biológica se está introduciendo masivamente como una respuesta al mercado que demanda productos más naturales, y cultivados respetando el medio ambiente. La capacidad de reacción de este sector es admirable. Sólo empresarios ágiles y arriesgados podrían tomar estas decisiones y serían alabadas en los manuales americanos de “management” como dignas de estudio.

La incertidumbre inicial sobre como trabajarán los “bichos”, si se podrán controlar las plagas, teniendo en cuenta que no se trata de exterminar como lo hacían los pesticidas, sino de mantener un equilibrio entre depredador y plaga, es una de las mayores incógnitas a las que se enfrentan estos hombres.

Con este paso, se derriba otro de esos grandes obstáculos de la agricultura bajo plástico. Hoy día visitar un invernadero puede ser bastante didáctico para un profano. Desde el inmenso ahorro de agua por las modernas instalaciones de riego gota a gota y la fertirrigación mediante ordenador, quizá la base de esta agricultura en medio del desierto; la polinización biológica mediante insectos (abejas y abejorros), el cultivo sin suelo y hasta las técnicas de lucha biológica que eliminan la utilización de pesticidas químicos, todo ello constituye una producción de hortalizas que quizá no se merece la mala fama que la persigue.

Ojalá que los bichos cumplan con su función natural y ayuden a esta gente a producir alimentos para todos y puedan seguir ganándose la vida en uno de los oficios más antiguos que conoce el hombre.