24 septiembre 2007

Almedina


Hay rincones en Almería que siguen teniendo un encanto especial y donde la historia se respira en un aire denso y especiado por el peso de los siglos. Uno de ellos es el barrio de la Almedina donde entre callejuelas laberínticas estrechas y de casitas blancas, te puedes perder tanto en la orientación como en el tiempo.
Pasear una tarde de septiembre por el barrio, a escasos metros del bullicioso centro, te transporta a cualquier calle de la alpujarra donde los vecinos sacan sus sillas a la puerta a tomar el fresco y a esperar que la noche reclame sus horas de descanso. Y también puedes tener la suerte de que te inviten a una azotea a cenar y a una agradable conversación con unas vistas a la Alcazaba que impone su majestuosidad iluminada desde su base en una estampa de postal. El barrio se extiende a sus pies desparramado, rindiéndole un tributo secular que no ha cambiado sino para embellecer más aun su singladura en las alturas y que se puede recorrer de terraza en terraza hasta los mismos pies del monumento.

Y así pueden pasar las horas y llegar el amanecer sin atisbo de cansancio. El tiempo hace mucho que se detuvo en esas calles...