26 enero 2006

Asunto de Colores

A mí me gusta el fútbol, no hay duda. Aunque cada vez menos, o más bien diría yo, que estoy en una etapa de descanso ante el masivo atracón de mi adolescencia. Me sabía todos los jugadores de todos los equipos, me veía todos los partidos, y el tema ante el cual giraba toda mi corta existencia era el del dichoso juego.

Por lo tanto empecé a jugar en el equipo de mi barrio. Y crecí en ese equipo, y jugué y jugué durante años en contra de todos los equipos de la provincia. Y aunque parezca mentira, me pongo colorada ... (mmm esto no es), para un niño de 13 años es muy enriquecedor conocer otros sitios, tan distintos, con gente tan peculiar, con ese sub-mundo del fútbol aficionado tan específico y apasionante. (Merece capítulos aparte).

Aparte de la cantidad de groserías, maldades e infamias que se aprenden, a su vez, uno despierta y engrandece su pequeño universo y se da cuenta que hay vida más allá de su colegio, su barrio y su ciudad.

Y en tantos años de enfrentamientos siempre hay un rival, EL RIVAL(con mayúsculas), el equipo al que cuando le ganas te despierta una sensación colectiva orgásmica y todo lo contrario cuando pierdes... Ese Rival suele ser el más próximo, el vecino, el del barrio de al lado, o en nuestro caso, el máximo representante de la comarca. Y esos equipos se ganan el odio de los demás a pulso, con su altivez, su chulería, impropia de la edad de los contrincantes, pero que es una cultura adquirida a modo de Know-How porque siempre han tenido cierta superioridad económica, numérica o simplemente por las leyes de la estadística.

El tiempo pasa, y los niños nos vamos haciendo mayores y los equipos senior ya no se enfrentan.

Pero un nefasto día, el Rival, el odiado, asciende de categoría como un cohete y se coloca en todo lo alto, en la división profesional, y la gente de la comarca se rinde ante el fútbol de campanillas, al de la tele y los euros...

Ahí llegan los sentimientos encontrados: todos los que me rodean, alaban, sucumben ante el nuevo Vellocino de Oro.
Ese sentimiento colectivo te arrastra sigilosamente, se socializan los parámetros, ahora el horizonte geográfico se expande, los Rivales "Invasores" tienen diferencias geográficas interprovinciales y el tema se complica cuando el entorno elige al nuevo GRAN RIVAL.
La Ciudad Grande coloca su equipo en la misma categoría y se convierte en una elección dual. O eres de los nuestros o de los otros.

Poco a poco me fui olvidando de las viejas rencillas, arrastrado por la marea de la novedad y casi, digo casi, me atrapa en sus redes.
Mi salvación, aparte de que ya no me gusta tanto el fútbol, me la han dado los colores:
Intentaron regalarme una camiseta del equipo, y sólo cuando la tuve entre mis manos volvió a mí ese impulso atávico que adormecía latente. ¡¡¡Pero que hago!!!, Esto me da urticaria...

El caso es que tengo claro de que equipo soy, aunque sea de barrio. Y supongo que también apoyaré a los que tienen más cosas en común conmigo que a los rivales que vengan de otro sitio. Pero de ahí a vestir sus colores... Eso no, oiga.

Y todo ello, teniendo en cuenta, que el fútbol sigue siendo un juego que me interesa cada vez menos. Aunque sea el tema nacional, ya hace tiempo que abrí muchos más horizontes. No hay que olvidar que es un divertimento más.
Aunque uno, el ramalazo siempre lo tiene...


(Se me ocurrió por un comentario en el Blog de L)