14 mayo 2007

Una noche en la ópera

Definitivamente es el mayor espectáculo escénico al que se puede asistir, un placer para todos los sentidos: el tacto, con el que puedes palpar el denso ambiente cargado de notas musicales; el olfato, con el que percibes la diversidad de efluvios que se reúnen en el patio de butacas; el gusto, con el que paladeas el sabor de las arias; la vista, con la que se vislumbra la magnífica escenografía, los colores y luces; y el más extasiado, el oído, el cual permanece en un nirvana continuo, y sólo recupera la consciencia en los torrentes de aplausos de los entreactos, y que a veces pretende ocupar todo el protagonismo, obligándote a cerrar los demás sentidos para tocar el cielo levitando sobre tu butaca.

La ópera es quizá el mejor invento para la recreación de la percepción humana, y es de esas cosas que merecen la pena para comprobar que uno sigue vivo.

Y podría contar anécdotas relacionadas con la variopinta asistencia de público pero me estropearían esta entrada y los recuerdos...

Id a la ópera y disfrutad.