07 abril 2006

Una de arena...

Hace ya algún tiempo que conozco a gente que está cada vez más escéptica ante la nueva música “independiente”. Y es que este mundo, señores, ha cambiado muchísimo.

La música pop independiente, en el panorama artístico actual, no deja de ser una industria que produce grupos y más grupos para devorarlos a continuación sin que apenas de tiempo a escucharles, ni incluso a conocerles. Sin tiempo para respirar, cada día surgen nuevas propuestas como churros y abocados a una efímera existencia.

Además, el propio calificativo de independiente perdió ya su vigencia, desde el momento en que se ha convertido en un tipo de música de masas que intenta mantener ese estatus de exclusividad con la proliferación de bandas, en tal cantidad, que sea imposible para un aficionado medio, tener conocimiento ni siquiera de su existencia. Y la prueba palpable es el FIB donde se dan cita, cada vez más, en progresión geométrica, más y más aficionados. Y a la sombra del FIB han crecido como hongos, inumerables festivales más. En definitiva, esta gente me cuenta que están hartos, que renuncian, y que se desmarcan del rodillo, puesto que ya tiene demasiada analogía con la industria de la música electrónica y con la música más comercial. Todo ya se basa en lo mismo: consumir por consumir. Que sin darse cuenta, han entrado en esa maquinaria de consumismo musical, que es lo mismito que tanto han criticado toda su vida en la música de las radio-fórmulas. Total, que esta gente me ha dicho que seguirán escuchando lo que les apetezca, pero que ya han madurado, en edad y en intelecto. Y que nutrirán su alma con música de todos los tipos y procedencias, y con especial atención a la clásica, a los clásicos, al flamenco, a la opera, al rock y al pop; y a todos aquellos que perduran en el tiempo porque merecen la pena ser vueltos a escuchar por su calidad artística.

Y yo les he dicho que me apunto al carro. También estoy harto. Pero la verdad es que estoy muy contento, porque yo a ese carro ya monté hace muchos años, y por suerte, eso les llevo de ventaja. Nunca he perdido la perspectiva histórica. Y la semana pasada, por ejemplo, me extasiaba escuchando a todo volumen a La Reina de la Noche en La Flauta Mágica. Y también, me deleitaba con unas Alegrías y unos Tarantos de José Mercé. Y hace poco escuché la magnífica interpretación de la Caballé en Norma. Y todo eso intercalado de un poco de pop y de rock independiente, que de todo precisa el alma ¿no?