31 mayo 2006

Colas


Al igual que el genial Harvey Pekar en American Splendor, película totalmente recomendable por su irónica acidez, os voy a contar mi mala suerte en las terroríficas colas de los supermercados. En la “peli” hay una escena antológica donde el protagonista tiene que elegir entre dos colas en las cajas del supermercado. En una de ellas sólo hay una anciana judía y en la otra varias personas. Al final se decide por la de vieja, y ahí su error ya que la vieja tarda una eternidad pagando con cupones de descuento y con céntimos... Nos alecciona sabiamente de que evitemos a toda costa las colas de supermercado con las ancianas judías.

Pues trasladando la escena a la geografía nacional, aunque tenga varios años de experiencia en las temibles formaciones para pasar por caja, siempre termino eligiendo equivocadamente. He aprendido a evitar como a la peste, a la maruja con el carro lleno y con niños revoloteando a su alrededor porque, entre regañar a los críos, colocar los millones de artículos en las bolsas y rebuscar céntimos en sitios recónditos de su billetera, bolsillos, y demás; al final, pueden pasar años antes de que puedas salir de alli.

También es caso grave a evitar, el matrimonio, con el agravante de los hijos, si los llevan, porque normalmente a toda la acción descrita anteriormente se suma, el olvido de última hora de tal o cual artículo, imprescindible, y que el marido debe ir a buscar manteniendo a la formación en tensa espera hasta que vuelve con el. Y después por supuesto hay que rebuscar hasta el último céntimo de el último bolsillo, tanto de él como de ella, para comprobar que no tienen el precio justo y al final pagan con tarjeta.

Pero aún así, incluso en los casos en los que ya creo que he triunfado y se me dibuja una sonrisa de triunfo, debida a que me precede un chico joven con un solo artículo en sus manos, nunca puedo cantar victoria, porque entonces el dichoso artículo no pasa por el lector de código de barras y tampoco manualmente, lo cual incluye varios minutos en terrible espera hasta que se aclaran las cosas.

Por todo esto estoy ya resignado y elijo siempre por proximidad o por sorteo la cola, porque la apariencia, el número de los precedentes y la carga de sus carros, para mí, ya no son factores determinantes. Estoy condenado a sufrir la terrible desidia y desesperación de una cola de supermercado.

Lo positivo de esto, es que el que me vea en una cola de supermercado puede tranquilamente elegir otra, porque volverá otro día a comprar y aún estaré alli esperando...