22 enero 2007

Cuento Atemporal



Érase una vez un caballero noble, con un castillo, una villa y tierras de labor. Esas tierras eran ricas y fértiles donde crecía el mejor grano del reino. Las explotaban los aldeanos a cambio de la protección de su señor y de la mayor parte de sus cosechas, las cuales, el noble vendía, con grandes beneficios, a comerciantes y a la misma Corte.

Ocurrió que un año apareció una plaga de langosta como nunca antes se había visto, que iba arrasando poco a poco la cosecha de grano, que ese año se presumía muy abundante.
Los vasallos utilizaron todos los métodos conocidos para combatir la plaga, pero eran insuficientes. En esto, llegó un hombre a la villa con una pócima milagrosa, de su invención, que podría salvar la cosecha de ese año. La noticia corrió de boca en boca y todos los braceros de la comarca la adquirieron, empeñando buena parte de sus posesiones. Parecía ser que algunos la habían probado y les había dado resultado.

Al principio, el brebaje era efectivo y la langosta parecía alejarse de los cultivos, pero a los pocos días volvían y había que utilizar los viejos métodos para combatirla. Por fin, después de mucho trabajo, poco a poco, remitió la plaga y, al menos, se pudo salvar una parte de la cosecha.

Pero ocurrió que cuando se cosechó, el grano tenía un desagradable sabor, debido a la pócima, que hizo enfadar al noble por las grandes pérdidas que le iba a ocasionar y amenazó a sus vasallos con grandes castigos.
Entonces, alguien comentó que había un hombre en una villa cercana, que vendía un brebaje, de su invención, que era capaz de quitar el desagradable sabor del grano. Y ocurrió que todos los aldeanos acudieron a aquel hombre y con lo poco que les quedaba, le compraron toda la pócima que les pudo vender.

Naturalmente, la nueva pócima no quitó el mal sabor al grano y lo estropeó completamente y todos los aldeanos, arruinados y asustados, huyeron con sus familias tan lejos como pudieron de su señor. Muchos murieron de hambre en el camino y muchos otros fueron asesinados a manos de los soldados del caballero por la afrenta y por la huída. Y sólo unos pocos lograron sobrevivir en tierras lejanas y se cuidaron mucho de no volver a creer en pócimas milagrosas, ni en falacias ni rumores, creadas por los hombres.

Fin.