02 febrero 2006

Libros y Guiones

¿Os habéis fijado en la gran cantidad de libros sobre Templarios, misterios medievales, Sábanas Santas, Cruzadas... que han surgido a raíz del dichoso Código da Vinci?

Es una invasión de las librerías sostenida durante demasiado tiempo ya. Y ahora nos queda otro relanzamiento con la película que se estrenará por mayo, creo.

La verdad es que me leí el libro a raíz del revuelo que se armó en todo el mundo para comprobar, de propia fe, que tal era, porque hace ya mucho tiempo que no me creo lo que me cuentan los medios de comunicación y prefiero verlo por mí mismo, y menos aún lo que nos cuenta la Iglesia Católica Apostólica Romana. Y bueno, me pareció un libro flojo, con nada de literatura, uno de esos libros que yo llamo “guiones”, es decir, son visualizaciones de relatos simplemente, pero que no me gustan desde el punto de vista de disfrutar con su lectura más allá de la propia historia que cuentan. El contenido de todos estos libros puede ser entretenido, pero la forma deja mucho que desear. A raíz de este libro y frente a la avalancha de títulos cayeron en mis manos algunos otros: Iacobus y el Último Catón de Matilde Asensi; La Hermandad de la Sábana Santa de Julia Navarro y algún otro que no recuerdo porque no dejaron ninguna huella en mi memoria cada vez más de pez.

El caso es que hice una comprobación empírica y después de todos estos panfletos me propuse leer El Hereje de Miguel Delibes. Y tal como me temía no hay punto de comparación, los maestros y escritores consagrados lo son por algo. En una temática parecida y novelada, el tío que mejor prosa escribe en español, con el permiso de Rafael Sánchez Ferlosio, da una lección magistral de literatura y te das cuenta de lo que es jamón y de lo que es mortadela.

Así que me he propuesto leer menos “guiones” y más clásicos porque hay muy poco tiempo para leer y muchos clásicos por descubrir y disfrutar...

De todas formas, pienso que leer siempre está bien aunque sea uno de estos, porque, al menos, ejercitas la imaginación.

De todo hay que hacer en esta vida, y creo que un poco de lectura en medio de la vorágine diaria audiovisual nos ayuda a aferrarnos a la fantasía. Es preferible imaginar por uno mismo un poco, a ver la imaginación de los demás plasmada constantemente en sus obras auditivas y visuales, a las cuales, por supuesto no hay que renunciar, pero que sobrepasan cada día la dosis máxima recomendable, sobre todo, en los niños...